EL PUEBLO QUE VENCIÓ A DOS AEROPUERTOS
Luis Castillo Farjat, doctor en Ciencias Sociales y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, es un destacado compañero y amigo del MAT. Con una trayectoria de colaboración con cooperativas, movimientos sociales y organizaciones comunitarias, nos comparte desde México una experiencia territorial exitosa que ha logrado frenar los megaproyectos extractivistas que amenazan la naturaleza y los pueblos..
por Luis Castillo Farjat
Al hacer un recuento sobre las luchas contra proyectos de infraestructura, son varios los movimientos que han logrado suspenderlos, y son pocos los que han podido cancelarlos, más aún cuando ya su construcción ha comenzado. Difícilmente podemos encontrar casos que hayan logrado cancelar dos megaproyectos. El pueblo de Atenco es uno de esos pocos. En sentido estricto no solo fue Atenco, sino que fueron varias comunidades conocidas como los pueblos del lago de Texcoco, aunque San Salvador Atenco se quedó en el imaginario colectivo como ese lugar donde un grupo de campesinos y campesinas desafiaron y vencieron al gobierno mexicano (en dos ocasiones).

A la llegada de los españoles al territorio que ahora es México, un sistema de lagos cubría el centro del país. En el centro del más grande de ellos se encontraba la capital del imperio azteca, Tenochtitlán. Cuando la ciudad cayó militarmente en manos de los conquistadores en 1521, simbólicamente inicia el periodo de dominación colonial. El lago más grande, el de Texcoco comenzó a ser desecado por los europeos, tanto para tener el control territorial de las culturas originarias, como para evitar cualquier sitio de la nueva capital del virreinato de la Nueva España. En ese momento comienzan las obras para desecar al lago de Texcoco que continuarían, de manera accidentada, hasta el siglo XXI. En 2001, se pretendía finalizar este proceso de desecación con la construcción de un aeropuerto en la zona, como una manera de profundizar el proceso de globalización neoliberal en México.

Ante el proceso de descampesinización que se expandió por todo el país, incentivado por el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), el gobierno mexicano creyó que los campesinos que quedaban iban a abandonar sus tierras para beneficiar negocios privados. Sin embargo, los pobladores de esa zona decidieron defender las tierras que habían heredado de sus abuelos revolucionarios. Con machetes y palos, campesinos y campesinas organizados en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) enfrentaron a grupos de golpeadores, policías y militares decididamente; estaban dispuestos a dar la vida por su territorio. A pesar de la represión, de persecución y de asesinatos, los y las habitantes de los pueblos del Lago lograron cancelar el decreto que expropiaba sus tierras para la construcción del aeropuerto.
El FPDT continuó fortaleciéndose en la zona y se convirtió en un referente de las luchas sociales contra el neoliberalismo en México. No obstante, en 2006, luego de un conflicto local entre comerciantes, el gobierno orquestó la represión contra todo el pueblo de Atenco, dejando como saldo a dos jóvenes asesinados, 207 personas detenidas y a 26 mujeres agredidas sexualmente. Este episodio conocido como el mayo rojo no solamente fue una venganza por haber detenido el proyecto aeroportuario, sino que fue una estrategia para encarcelar a los líderes del FPDT y lanzar un mensaje contra cualquier oposición a los planes del Estado mexicano.

Con la mayoría de los líderes del FPDT en la cárcel o exiliados y con los habitantes todavía en shock, funcionarios públicos se lanzaron a comprar tierras ejidales con amenazas y coacción para crear una Zona de Mitigación y Rescate Ecológico en el Lago de Texcoco. Algunas personas sostienen que nunca se planeó llevar a cabo esa zona de rescate ecológico y que fue una estrategia para que las tierras ejidales adyacentes al Lago de Texcoco pasaran a manos del gobierno. Cuando en 2010 salieron libres los últimos presos políticos del FPDT, gran parte de las tierras que habían defendido ya estaban en manos del gobierno y de empresas inmobiliarias, los pozos agrícolas estaban destruidos, además del tejido social roto por la represión y el miedo.
Al llegar a la presidencia del país en 2014 Enrique Peña Nieto, uno de los responsables de la represión en 2006, anunció con bombo y platillo la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en el área del Lago de Texcoco. Este proyecto, que sería el mayor aeropuerto en América Latina y uno de los cinco más grandes a nivel mundial, tenía ciertas complicaciones técnicas. Para ello era necesario desecar el lago y los humedales de la zona. Primeramente, debía evitarse que llenaran, por lo cual se desvió el cauce de nueve ríos que alimentan esos cuerpos de agua. Luego debía expulsarse el agua que tenían con varias obras de drenaje. Posteriormente se procedió a rellenar los cuerpos de agua con material pétreo, por lo cual se realizaron 200 minas a cielo abierto, de las cuales, la mitad eran ilegales. La propia naturaleza, se convirtió en el principal obstáculo para la construcción del aeropuerto y la aerotrópolis anexa.
La construcción del aeropuerto se convirtió en un crimen ambiental de enormes dimensiones, sobre todo pensando en desviar ríos, desecar lagos y destruir montañas, en una metrópolis que año con año acrecienta sus problemas de suministro de agua. Los miembros del FPDT buscaron apoyo con otros pueblos afectados, pero también con académicos, artistas y grupos ecologistas organizando la campaña Yo Prefiero El Lago. En esta campaña se exponían los daños ambientales que significaba la construcción del aeropuerto, condenando a las generaciones venideras a un futuro aciago. Tanto la campaña como las movilizaciones tuvieron tal impacto que obligaron a Andrés Manuel López Obrador a pronunciarse contra el aeropuerto como un monumento a la corrupción de los gobiernos neoliberales.

AMLO gana las elecciones de 2018 y llama a una consulta popular de varios proyectos existentes, entre ellos el aeropuerto. Casi el 70% de los votantes estaba de acuerdo con la cancelación de las obras del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y una vez que López Obrador asume la presidencia detiene su construcción. Ahora el Frente de Pueblos pretende restaurar los daños ambientales provocados por la construcción del proyecto aeroportuario, pero también recuperar el tejido social en una zona golpeada por el despojo y la represión. Para ello, diseñaron un plan denominado Manos a la Cuenca que permita recuperar los cuerpos de agua, los ríos, las áreas deforestadas, la zona agrícola, así como los valores comunitarios y los saberes ancestrales.

Hasta el momento se ha logrado la constitución de un Área Natural Protegida, del reconocimiento como sitio Ramsar y de la declaratoria de Sitio Demostrativo de Ecohidrología en México por parte de la UNESCO. Las zonas montañosas devastadas por la minería se están reforestando para que se puedan recuperar los manantiales y la infiltración del acuífero. Se están recuperando los ríos, permitiendo que lleguen a los cuerpos de agua; esto ha logrado que las aves migratorias regresen a las lagunas y humedales. Con ello, se han retomado las actividades campesinas, además de las prácticas culturales y festividades propias del calendario agrícola. Todo ello nos demuestra que es posible vencer a los gobiernos y al capital, pero también que se pueden generar espacios donde se den maneras diferentes de relación con la naturaleza, mediadas por formas de organización comunitaria.